El maíz es uno de los cultivos más importantes en la región del Noroeste Argentino (NOA), tanto por su aporte económico como por su rol en la sustentabilidad de los sistemas agrícolas. “Se trata de un cultivo clave en la rotación de siembras, que mejora la estructura del suelo, la retención de agua y la disponibilidad de nutrientes. Además, es una fuente fundamental de alimento, tanto para el consumo humano como para el ganado, lo que dinamiza las cadenas productivas regionales”, dijo Lucas Emiliano Cazado, doctor en Ciencias Biológicas, ingeniero agrónomo y líder del proyecto Plagas de los Consorcios Regionales de Experimentación Agropecuaria (CREA).

En una entrevista que concedió a LA GACETA Rural, subrayó que el maíz sostiene numerosas economías locales, desde los pequeños productores hasta grandes explotaciones agrícolas. “Su rol no solo es relevante debido a su valor de mercado, sino también a los beneficios colaterales en la mejora de las prácticas agrícolas, lo que favorece una agricultura más resiliente y sustentable”, puntualizó.

Cazado también destacó que el achaparramiento del maíz, una enfermedad transmitida por el insecto vector dalbulus maidis -la “chicharrita del maíz”-, generó una gran preocupación en la región y en el país. “Esta plaga tuvo un impacto considerable en los rendimientos, y generó pérdidas significativas en las últimas campañas. En el corto plazo, vemos una reducción en la superficie sembrada debido al riesgo y los costos asociados al manejo del achaparramiento”, señaló.

En este contexto, consideró importante destacar el convenio establecido entre CREA y la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) para profundizar en el estudio de dalbulus maidis. “Este acuerdo busca generar conocimiento aplicado, que permita mejorar el monitoreo, el manejo integrado de plagas y el desarrollo de soluciones a largo plazo. Se trata de un esfuerzo conjunto que puede aportar no solo a la mitigación de la plaga, sino también a la continuidad del cultivo en la región”, remarcó.

Indicó que en el mediano plazo, la región deberá implementar medidas de manejo integrado de plagas, en las cuales el uso de tecnologías de monitoreo de plagas, el control cultural y control químico resultarán clave para mitigar los efectos. “También será necesario seguir investigando y buscar híbridos tolerantes, ajustar las fechas de siembra y profundizar la rotación de cultivos”, dijo.

En cuanto al largo plazo, consideró esencial que se continúe con una investigación constante y con la transferencia de conocimientos hacia los productores. “Si bien la chicharrita plantea un desafío considerable, con prácticas adecuadas y políticas de apoyo, la producción de maíz seguirá siendo viable en la región”, manifestó.

Cazado reconoció que el problema del achaparramiento está generando una tendencia a que los productores de grano no quieran sembrar maíz. Y estimó que esta posible reducción de la superficie sembrada con este cultivo impactará en modo directo en la economía regional. “El maíz no solo es una fuente de ingresos para los productores; también es una pieza clave en los sistemas agrícolas sustentables. Su reducción podría significar menos disponibilidad de alimento para las producciones pecuarias, un menor dinamismo en las industrias que dependen del maíz -como la alimenticia y la ganadera- y un posible aumento en los costos de producción”, indicó.

Se estima que en la Argentina, la superficie de maíz podría reducirse entre un 10% y un 15% en los próximos ciclos, debido al impacto de la chicharrita y a los costos de manejo. En el NOA, donde los márgenes de rentabilidad ya son más ajustados, esta reducción podría ser mayor, y alcanzaría entre un 20% y un 25%. “Este escenario implicaría un desafío significativo para la región, no solo en términos de rentabilidad, sino también para el mantenimiento de los sistemas de rotación y de conservación del suelo”, explicó Cazado.

El rol del maíz en la rotación de cultivos es difícil de remplazar. “Otros cultivos podrían ocupar su lugar, pero no aportan los mismos beneficios en términos de mejora del suelo y de manejo integrado de plagas. Es un cultivo central para la salud del ecosistema agrícola de la región”, puntualizó el experto.

Desafío

A pesar de todo esto la producción de maíz con la presencia de la chicharrita es el desafío en la que los productores están dispuestos a enfrentar, con la implementación de estrategias adecuadas. “El manejo integrado de plagas será esencial, comenzando con un monitoreo constante de los vectores, elección de híbridos tolerantes, el uso de insecticidas cuando sea necesario y el fomento de prácticas culturales como la rotación de cultivos y el ajuste de fechas de siembra. Y el establecimiento del vacío sanitario entre los ciclos de producción puede ser una herramienta clave para interrumpir el ciclo de vida de la chicharrita, al reducir la presencia de hospederos que permitan su proliferación”, dijo.

El vacío sanitario, que consiste en evitar la presencia de plantas hospedantes durante un período determinado, ayuda a disminuir la población del vector y, por lo tanto, la incidencia del achaparramiento. Esta práctica, en combinación con otras estrategias, puede resultar decisiva en el control de la plaga.

“El futuro de la producción de maíz en el NOA dependerá de la capacidad de los productores, de loas investigadores y del sector público de coordinar esfuerzos para minimizar el impacto de la plaga y seguir innovando en tecnologías de control. Si bien se atraviesa un momento difícil, hay un camino hacia adelante para sostener este cultivo clave en la región”, cerró.